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el ángel

El ángel

 

 

El hombre de aspecto inteligente me observa con una mirada escrutadora, debajo de sus gafas un par de ojos brillan con entusiasmo. Me dirige unas palabras

Otro hombre, fuerte, alto, de aspecto de luchador, digitaliza mis vértebras, buscando la abertura por donde va a introducir la aguja que dormirá mi cuerpo.

 

Se siente pasar un líquido hirviente y extraño por la base de la columna, parece que casi inmediatamente hace su efecto amortiguador de sensaciones.

 

Al ángel solo se le veían los ojos. El rostro estaba oculto por un tapabocas y solo dejaban vislumbrar a unos escrutadores ojos henchidos de confianza, dando sensación de estabilidad y tranquilidad.

 

Estar sometido como un cristo atado a una mesa fría y llena de cables, me parecía estar siendo observado como un conejillo apunto de ser destripado, para fines de estudio.

 

Una gran máquina, me apresaba. En ella se reflejaban todos mis signos vitales.

De mi brazo salía una manguera que iba apretando el músculo y lo aflojaba con cierta periocidad. Mi dedo índice era aprisionado por un objeto como el de un gancho de los de secar ropa y de el salía otro cable que diligentemente iba a estar enchufado en alguna parte de esa gran máquina. Del otro brazo más mangueras, era el néctar que llena de electrolitos nuestra sangre y nos acompaña en casi todo momento llevando a cestas como un cristo su cruz, esto es el tubo y la bolsa.

 

Sentí el corte, el primero, es como sentir el desgarramiento de tu ser.

 

Después todo se turbo. Unas palabras del hombre fuerte, que se acercaba continuamente leyendo y viendo los signos que efectuaba la máquina.

El ángel mueve sus manos, va a la derecha, se mueve a la izquierda, es incansable, siempre viendo el corte, inspeccionando, hurgando, maniobrando, sin descanso.

El acompañante, el hombre de mirada inteligente también observa, parece guiar de vez en cuando con su voz de maestro y su mirada escrutadora bajo esas gafas de ojos azules.

 

Una mascarilla en mi rostro, y siento un descanso un aplomo, una tranquilidad que me llena, siento un aire puro, muy puro, que entra en mis pulmones y lo quiero saborear, para tenerlo siempre en mi recuerdo.

 

Llega el final, el hombre de mirada inteligente desaparece. El ángel termina de coser y hace un gesto triunfal. Me dirige una mirada bondadosa.

 

Me transportan a otra camilla y me pasean por pasillos hasta mi habitación, donde me recibe el aire frío y seco y una cama dura y alta…

Sigo atado a una manguera que va destilando de la bolsa un líquido goteante.

 

El ángel aparece, da indicaciones y se despide…

Se va seguramente a seguir ayudando con sus manos a otras personas.

 

Rubén Patrizi

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