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manos

Manos

Entre troqueles y prensas las manos dibujan y crean con el empuje de máquinas la figura, que va naciendo del empeño, del sudor y de su sangre.

Tuercas, tornillos palancas, forjando mundo, añadiendo, quitando, soldando, lijando.

Manos callosas que con cincel y martillo, construyen y destruyen, labran y extraen, esculpen y parten la quimera en la piedra donde brilla el oro con afán de riqueza fácil.

Manos que tejen, que siembran el árbol y aran la tierra, hendiendo en los surcos la esperanza y con fe de cosechas, de diseminadas semillas, que tienen sed y que esperan ansiosas a las ubérrimas nubes.

Mano de anciano de arrugados pliegues, que acarician la piel 
sonrosada del niño, de renovados bríos e impaciente inquietud, llena de risas fáciles y alegres juegos.

Mano que sufre el dolor de la máquina, troquel y prensas que tragan huesos, piel, sangre y gritos, junto con el dolor de sentirse desmembrado.

Mano que llora cuando no hay pan y se desespera cuando ve a sus criaturas que piden alimento, como los pájaros en sus nidos, piando más y más y aún más y más.

Otra mano de niño, de mujer, de hombre, que queda extendida pidiendo limosna.

Manos que no aprietan el dinero de la paga volátil, que se escapa de entre los dedos como arena de playa.

Mano que se sumerge en el mundo del vicio, que se inyecta en las venas, que mete en sus pulmones, néctar prohibido, miel maldita, que crea ilusiones y merma esperanzas y acaba las vidas.

Mano que acaricia otra mano y en el silencio de una sonrisa y el sostén de una mirada, ellas se estrujan y se tocan, fomentando en un afán de apretarse, de acariciarse y querer decir en un te amo mudo, un apretón entre dedos, uñas, y piel.

Y las manos de amistad que con calor de madre, de padre, de hermano, de amigo, guían con su consejo y ejemplo y ciñen en un ardoroso abrazo el sentimiento de amar.


Rubén Patrizi.

un arco iris en la fuente

En esta quietud del parque 
entre chaguaramos y jobos 
apamates y caobos 
Esta la fuente con sus estatuas 
que miran absortas el horizonte 
Estatuas con mudez de piedra 
frias por el rocio de la fuente 
frias por su condición de piedra 
Allí están al aire 
sus musculos y formas 
las que esculpió el autor 
semejanza del creador 
que hizo del barro el hombre 
y este hace de la piedra la figura. 
Un solo murmullo invade el parque 
la sonora caida del agua 
como el correr de las aguas del riachuelo 
las bombas la impulsan al aire 
y en la caida hace figuras 
queriendo competir con la lluvia 
y entre las minusculas gotas de rocío 
se refleja el sol 
en su infimo escaño diminuto 
donde su haz el arcoiris 
reflejo del cielo 
está enredado en las aguas 
de la fuente. 

púrpura

Una mancha de sangre en la acera 
pasos,huellas que corren 
las sigo rapidamente 
allì lo veo,con la mano en el costado 
cae,un lago purpura. 
Una marca en la pared, 
una mano, 
huella indeleble 
Cae de nuevo 
estertor y angustia en su mirada 
Terror. 
Se me enchina la piel 
Camina de nuevo 
desesperadamente hacia la vida 
Se recuesta de nuevo en la pared 
mira hacia los lados 
es una fiera herida 
levanta una mano hacia mì, 
me señala 
parece suplicar. 
Las personas se apartan 
lo ven,lo siguen. 
Nadie lo socorre 
todos temen y 
curiosos observan. 
Cae 
Lo miro absorto 
pienso en la muerte 
tengo en la mano 
un cuchillo sangrante. 

un fantasma entre la luz

UN FANTASMA ENTRE LA LUZ 


Amanece; la claridad que empieza a entrar a la casa, no parece despertar ninguna emoción. Tomas tu café con ambas manos. Piensas ensimismada en tu soledad, esa forzada que te llega hasta lo huesos. 
Te pesan los párpados, las mejillas se te caen, se deslizan con sentimiento de pesar hacia abajo, en la boca hay una mueca de u invertida que forman tus labios, y en los ojos que se achinan, el verde se apaga, tornándose casi gris. 
Tú bata de algodón pesa, te sientas en ese sitio, de esa mesa que te produce recuerdos; algunos gratos, otros, de querer olvidar. 
Te sientas en esa mesa como sea, desgarbada, con las piernas abiertas, frente a esas frutas de adorno, de mentiras, como todo lo que te rodea, que te da la impresión de una gran falsedad.....y ese día triste; donde no se siente el calor de la luz, que quiere entrar por los ventanales. 
Cierras lo ojos y los abres, y en ese instante, estoy yo; aparezco con una simple sonrisa, te quito la taza de las manos y arrojo su contenido, todo ese líquido negro, aguado, frío. Te empiezo a preparar uno nuevo, te levantas, vas a tu habitación y regresas de nuevo, renovada, regresas con el pantalón azul, el celeste, aquel de lino, vienes con tus sandalias, las de medio tacón esas que hacen lucir tus dedos y tus uñas color de rosa. La que te da más altura y esbeltez Vienes con esa blusa, también la azul, que realza y rejuvenece tus formas. Traes un poco de carmín en los labios, y una sonrisa cómplice. Tus ojos se tornan grandes y redondos y la mirada se alegra, Hay un poco de sombra y algo de azul debajo de esas cejas. 
Te sientas, ahora cierras las piernas, te tomo por los hombros, te abrazo con mis manos y te doy calor, te toco el mentón levanto tu rostro, te digo "voila, que cambio amiga". Me miras y sonríes. 
Te sirvo de nuevo el café, en ese platico rojo y en esa cuchara diminuta, la que brilla; te ofrezco un poco de pastel, y te doy una servilleta blanca, muy blanca. 
Ahora la claridad entra por las ventanas, ilumina el azul de la cocina, ilumina las habitaciones, toda la casa. La luz del amanecer brilla intensamente, entra a borbotones cambiando ese día que era parecía triste, y lo cambia todo. 
Das un sorbo a ese café aromático, humeante, caliente, espeso, y me voy... Me alejo junto a ese humo volátil, me esfumo entre la luz que te va alegrando el día, y que entra sin miedo, aclarando. Me llevo la servilleta untada de carmín....... 
Dejando el verde de tus ojos, que irradia una luz nueva intensa llena de color y alegría. 

trampilipinchi

Trampilipinchi” 

“Vamos a jugar a las palabras”. Dice la niña. 
La niña de trenzas largas y ojos azules, redondos y brillantes como una luna llena. 
La niña que guía el juego, y que tiene, voz de mando y puños de acero. 

“Trampilipinchi, Trampilipinchi” 

“Que eso Trampilipinchi” Dice el niño poniéndose serio y mirando a su interlocutora con una mirada escrutadora de ojos negros.”Es una palabra difícil y no sabemos que significa” 

“Es muy fácil”. Dice la niña 

“Es una palabra compuesta de muchas cosas, de trampa, cuando los adultos nos la hacen, y nos mienten. Pichilín de plata, cuando pedimos dinero y no nos dan nada , solo pura excusas y Chilinchi, eso se lo dejo yo a ustedes, para ver si adivinan”. 

“Qué es, qué significa” Le increpan todos al mismo tiempo. 

“Lo que pasa es que ustedes son unos bobos, que no saben nada. Son unos chilinchis. Ja, ja, ja, ja” Y sale en veloz carrera. 

“Hay que jugar, cantar, reír , gozar”. Comenta brincando y saltando levantando al aire sus trenzas. 

“Hay que ir al parque a ver a los pájaros. La cantidad de pájaros que hay y con tantos colores, y lo que es triste, verlos detrás de esas jaulas, donde coartan su libertad.” 

“Hay que mostrarles a los niños su plumaje, su cantar, y sus costumbres”... Y corre más allá a donde están los caimanes descansando al sol con la boca abierta enseñando los dientes, cual sierra esperando la hora de comer. 

Y van donde los leones y donde el gran elefante que come de todo, y que espera a los niños para que le den golosinas y a veces se las come con envoltorio y todo. 

Y van cantando Trampilipinchi pilipinchi chipilín en una sola voz correteando por el parque. 

Trampilipinchi se oye a lo lejos, con la risa graciosa y la voz del juego 





ta yiobiendo...

Ta yiobiendo 

Los gritos de las guacamayas alborotan a los niños que las ven alzadas en lo alto del pepo, la que produce unas paraparas bien negritas y redonditas para jugar a las metras. 

Los loros envidiosos también empiezan a gritar, chillando con gran algarabía. Éstos más sabidos llaman a las cosas pon su nombre, imitan a los perros y a los gallos, silban, imitan el tono de la campana que llama a los niños al salón, piden alimento y se burlan de todo con una risa franca y jocosa.”Ja, ja ,ja. Y el unísono de gritos y jolgorio de niños y aves, es detenido por el ruido de un trueno que ha espantado a la alegría, dejando todo en silencio. 

Otro sonido estridente, esta vez es el triángulo que campanillea su sonido acompasado, acompañado con la voz del maestro, que llama a todos bajo el dintel de la puerta. 

“Niños, niños. Vuelvan al salón, se terminó el recreo. Hay que entrar rápido que va a llover”. 

Los Loros imitan el sonido de la campana y la voz del maestro, y añaden con movimiento de alas. ” Esta lloviendo, esta lloviendo”. 

La fuerte brisa levanta las hojas secas y mucho polvo, que se mete por los ojos. 

De nuevo el maestro repite. “Niños, niños. Rápido que se mojan”. Y al terminar éstas palabras, se desató un diluvio. El estruendoso ruido no dejaba oír las nuevas palabras del maestro. Los niños se sentaron en sus pupitres a esperar las nuevas señas. 

El techo de la escuela esta partido en dos aguas; una parte nueva y la de siempre. Un techo de paja todo remendado, el primero, cuando los terrenos eran de la finca. Esta esta en la parte este, por donde entra el sol bien tempranito, se mete por los grandes ventanales mostrando rayos rebolones llenos de partículas que se hacen visibles con la luz. La parte oeste es de caña brava y otros ventanales un poco más pequeños y hay que pararse para ver a los árboles de mangos llenos de fruta que nos invita a comer, árboles que hacen sombra y donde hay unas cuerdas a modo de mecedora donde los niños se columpian de lo lindo. 
Aquí también se logra ver al mono haciendo brincos y jugar. Esta atado a unas ramas y logra asomarse como los loros al salón, poniendo una cara de atención a todo lo que se comenta allí dentro. 

La parte nueva del salón es de lámina, y es la más caliente cuando se hace mediodía. Ahora tenemos dos salones en uno y el maestro se divide en dos personas al tratar de enseñar a unos y a otros. 

Dos amplios pizarrones, en uno miles de letras y de números, miles de figuras y de nombres que fueron escritos, y borrados en su piel. 
En el otro, se anotan varios grados en uno solo. Sumas, restas, quebrados y números por montón, decimales y el diablo para los niños, la famosa división. Para ellos multiplicar es muy fácil, estudiar la tabla y repetir como los loros de afuera que en las tardes de lluvia corren a guarnecerse en el salón y entonces se forma la algarabía y la repetición. 
“Uno por uno, uno. Uno por dos, dos. Dos por dos cuatro y tres por tres nueve”. El loro repite con los niños y mueven la cabeza como un director que lleva con su varita a la orquesta. 
Cantan de nuevo. “Tres por tres nueve, cuatro por cuatro diez y seis”. 

Las guacamayas no son duchas en matemáticas, solo se limitan a gritar. 
Afuera la brisa pasa rauda, parándose en los árboles frutales de las haciendas, y cuando los niños no están jugando en las ramas, arranca hojas y frutas, y hace de ellas unos acróbatas dándoles piruetas de mariposa, y toma las frutas que caen al suelo de un solo tirón haciendo un ruido de piedra al caer al pajón. 

El maestro, había venido de lejos, tal vez cruzando mares y allende tierras. Importado, para hacer una labor prosélito, enseñar y educar, transformar y variar. Progresar. 
Y así el maestro va instruyendo a los niños y aprendiendo con todos a convivir. 


El muy orondo se acerca al pizarrón. 
“Vamos a conjugar un verbo”. Llover dice. 

Y escribe en el pizarrón 

Ta yiobiendo 

escondido ( juego de niños)

Escondidos 

El los busca afanosamente, sudoroso, con ansia de encontrarlos, con curiosidad de rendijas, para salir del atolladero de su incertidumbre. 
Si. De su incertidumbre, su situación; buscar y no encontrar y llegar al anhelo que se va transformando en desespero y angustia. Y sentir un latir que golpea el corazón y las sienes. En su pecho y en su frente hay un frenesí de vida. 
Esta atento de saltar y en ese brinco, llegar desesperado hasta la meta. 

Escondidos los ven pasar. Ven como se asoma entre las grietas de la cerca, cuando husmea en los resquicios, revisa los pipotes y va a la gran arboleda que da principio al bosque. Pasa por los camburales que hay en el patio y que invitan a mirarlos; son todo hojas, anchas, grandes, muy verdes y tan largas que casi rozan la tierra. Tienen unos enormes racimos verdosos, que se ven de las alturas, están tan altos, que las ganas se esfuman. 

Allí lo vemos recorrer el sector de un lado a otro. Nos agachamos más cuando llega junto a nosotros y pasa sin vernos. En silencio nos tocamos para ponernos aviesos. Camina mirando a todos los lados, se ve angustiado y sudoroso. 

“¡ Ah pobre gordo”!....Pensamos todos. 
Una risa burlona y apagada llega a nuestros silenciosos labios...... 

De pronto una algarabía, es una gran estampida, son como caballos desbocados o ganado sin dueño que corre por la sabana. Son todos niños que corren seguidos de la sorpresa , del llanto y la tristeza. 

El no poder verlos, ni alcanzarlos, siendo el último en llegar llena de lágrimas sus ojos. 

Estaban como tragados de la tierra. De pronto como salto de liebre, debajo de un gran arbusto salta uno y echa a correr, salen de todas partes, uno del piso , serpenteaba entre el monte alto, otro salió de un árbol donde estaba escondido entre las ramas, donde el tupido follaje esconde hasta los nidos de los pájaros. 

Y así todos aparecen y hacen llorar al perseguidor, que los buscaba frenéticamente como si por ello se le fuese la vida. 

“Libre”...... Canta el último que llega veloz como una flecha 

Y el gordo...... de nuevo a contar. 

lagunaecito del páramo (el sastrecito)

Laguna del páramo (sastrecito) 


Hay mucho ruido en el bosque, el alboroto ya va lejos y su eco llega al sur, donde unas guacamayas tricolores; una de color patrio y otra de color de selva, van a indagar el porque de ese rumor, que viene incesante, chismeante, dando tumbos, tropezándose entre árbol y árbol, entre roca y roca, rumor que va con la brisa y las hojas, que murmuran, que baja en las aguas de los riachuelos de las altas montañas. 

Los pájaros con sus cantos y jolgorios cuentan la historia, y así el eco va penetrando en la selva y el silencio se transforma en un retumbo y la repetición, en alas que lleva la invitación de su rumor. 

Se casa la ondina. 

Las aguas temblorosas del lago, que siempre muestran en su superficie las montañas coronadas de nieve, y a los árboles que circuen la orilla , al azul cielo y las blancas nubes en hialinos días. Hoy están grises sin color, no se vislumbra en la superficie, si no ondas oscuras que irrumpen con su vaivén y estallan en las rocas de la orilla. Son como un enfado 

Son el enfado del gran rey. 

Una Ondina esta enamorada, se quiere casar y cuando se enamora, su ser resplandece y un alo de luz la acompaña en su andar y si es engañada o traicionada, sucumbe, muere de tristeza y hastío y un trozo de bosque desaparece dejando su verdor, convirtiéndose en un desierto. 

El rey que mora dentro de las aguas encantadas del lago, oye las largas diatribas, llena de acusaciones, los dimes y diretes, donde se inculpan, se denuncian unas a las otras y se revelan secretos, que se atribuyen a soledades, brujerías y encantamientos, al hastío y cansancio, que lleva la soledad, el vivir sin compañía y sin calor, más que con las criaturas del bosque. 

El rey muy displicente atiende a los consejeros, a los letrados, que defienden la causa del amor, a las virtudes ofendidas, a la castidad, a la honra y a los compromisos. 

El rey luego de pensar y sopesar lo pro y los contra, acepta en desposar a la Ondina y ordena que todo el reino se entere de su decreto y recomienda despachar a emisarios a otras tierras, a otros reinos de la magia, de los bosques, de los ríos y selvas, de otros lares ,invitando a la gran boda de 
la Ondina con un mortal. 

Empieza el ir y venir. Hay que organizar el festejo, el cortejo, vestir a los pajes, a las damas de honor, a las de compañía, ir por telas y organizar la fiesta. 
Las pócimas a beber; el agua cristalina que se derrite en manantial de las nieves de la cumbre más alta, el Everest. Y hacer invitaciones. 

Hay que invitar a nativos, que viven con ingenuidad en nuestros bosques , selvas y sabanas, que conocen el sentido de la naturaleza, que viven de ella y la cuidan, que si cortan un árbol, piden permiso para ello al espíritu del bosque y oran en silencio en las montañas sagradas. 

Hay que traer a: 
Panares, 
Guajiros, 
Piaroas, 
Motilones. 
Cuatro niños de cada etnia. Todos ellos invitados de honor. 

Hay que invitar a las brujas, que revolotean planeando a la luz de la luna. Las que cuentan en historias de noche de luna; que vuelan en escobas relucientes, con sus trajes negros y sus sombreros de cono, hay que invitarlas para que amenicen con sus risas y sus cuentos, con sus chismes y charlas, con sus chácharas y comadreos. 

Hay que traer a los gnomos, que habitan en los bosques , que les encanta perder a las gentes, encantando los caminos. 

Hay que invitar a las ninfas, a las hadas, a los delfines y toninas, a los pájaros, al gran pájaro cantor de coplas y versos, a tucanes, a loros locuaces, a guacharacas parlanchinas contadoras de fábulas e historias de gran cotorreo, a las abejas laboriosas, que nos da la miel, dulce y nutritiva, invitar a las laboriosas hormigas para que limpien al final las sobras de la fiesta, y a otros reyes de 
otros bosques y selvas. 

Hay que buscar a personas que conozcan el secreto de la magia , que conozcan los ruidos del bosque, que conozcan cada árbol y cada flor, cada movimiento del caracol, cada brinco del mono, cada rumor de la brisa, cada escondrijo de insectos, cada rincón. 

Hay que traer al laboriosos sastrecito, y lo contratan para que fabrique los trajes y las ropas, los vestidos para pajes y damas, para el gran rey, para la novia, y también vistan de luces al mortal. 

Y contratar también al decorador, el que sabe de colores y mezclas, que sabe de flores y paisajes, el que sabe, de que sabor es cada rosa, donde va la espina y donde cada cosa. 

El sastrecito necesita; agujeros para los ojales, hilos de plata recogidas en noche de luna llena, de las telas de araña que adornan jardines y bosques, donde habiten los osos frontinos en las faldas de los páramos. 

Dedales de oro que prestan los gnomos que viven en las grietas y se ocultan en los huecos de los árboles caídos del bosque, en las orillas del camino; habitan también en la cavidades de las cuevas que hace el agua penetrando en las grietas y que tras años y años de trabajo, las socava transformándolas en enormes palacios, donde reinan las formas de calcio, y que se dibujan en los arcos y en las columnas, que son como coral y logran llegan al techo y hay otras que caen de ellos, y forman ebúrneos conos, y aún otras más, que nacen incipientes y que en años tras año, gota tras gota , el tiempo los invita a crecer, elevándose, y así se juntan con la estalactitas para lograr amarse, y llegar a formar una gran masa de formas caprichosas. 
De allí salen las agujas y alfileres, de esa concreción calcárea 

Y el sastrecito se va llenando de materiales para la elaboración de trajes y vestidos; ya tiene su tela sus dedales, su hilo, sus agujas y alfileres, va a buscar los ojales y los instala , cosiendo los pequeños ciempiés. Necesita botones, unos nacarados otros que brillen, los busca en las ostras, sus conchas nacaradas y en los cocuyos refulgentes que brillan por las noches alumbrando caminos. Busca mariposas para ordeñarles el color y llenar sus franquitos, busca flores, y de ellas toma su perfumes. Necesita algunos instrumentos para cortar y medir, toma el circulo que hacen las abejas en el vuelo, el zigzag de las libélulas , la línea recta que hacen las hormigas en su eterno caminar, prepara la tela para hacer el bolso donde guardará las cosas que protegerán a la Ondina en su nueva vida, de las gentes de la ciudad. 
La fabrica de hojas de palma de moriche, las teje bien tupida, y en ella guarda; Los gritos del mono aullador; sirven para entrar al bosque avisando su ubicación. El gruñir del tigre; sirve para la defensa de la envidia. El silbido de sapo; sirve para llamar a hurtadillas. El canto del pájaro; voz para llamar al sueño y a la ilusión. La maraca de cascabel; para alejar maleficios y gotas de rocío; que sirven para mantener tersa la piel. 

El otro, el decorador, necesita el color, para adornar el banquete, y el gran salón, y para hacerlo necesita, un verde intenso, profundo, como el de las montañas del Ávila en un día de agosto. 

Necesita un blanco, pero un blanco especial; el blanco de espuma de mar, de un mar cristalino, puro, y lo manda a buscar a la isla de los Roques, allende al litoral central. 
Donde el mar en su eterno vaivén fabrica el blanco azahar 

También necesita un azul especial, lo encuentra en el mar profundo del Ecuador, un azul intenso de un mar del pacifico 

Necesita, colores pardos, ocres , lilas, los busca en las aguas del Marañón, y en las aguas del Orinoco, en las orquídeas que nacen en las alturas de los árboles gigantes de la gran selva amazónica. Y baja un pedacito de azul, un poquito del cielo de Caracas , de un día de abril. 

Necesita un verde esmeralda, como el de las montañas de Medellín. Y otro blanco especial y lo consigue en las cumbres del Aconcagua. 
También un naranja; y lo toma del desierto Atacama. Una melodía del Paraguay. Y unas venas 
de estaño de Bolivia, para adornar de gris las diademas de las ninfas. Busca flores de azahares del Brasil. Y baja un poco de iris, para su paleta de color, busca manchas de leopardo y conchas de caracol, para las lámparas que alumbran toda la noche consumiendo cera de las abejas, que están trabajando de día y de noche en tiempo extra para la ocasión. Va a buscar un rayo de sol para tener un poco de calor y mezclar con los colores y telas y llenar todo de luz y color. 

Todo sea para brindar y llevar felicidad y dicha a la Ondina, que espera ansiosa el momento para lucir sus ropajes y galas, todo para poder casarse, su gran ilusión en la vida, y poder amar a un hombre, su sueño intenso. 

Él, sonriente y tímido espera. Toda una historia de amor, en donde él la descubre en un día de pesca, cuando oculto tras una roca la ve. Ve sus formas, su andar, como flotando, observa su hermosura , la ve bañarse en las aguas del lago , la ve tomar el sol y así tras varios días de acechar y esperar, logra sorprender a la Ondina, hablarle y enamorarla. 

Ella perderá su magia, se convertirá en mortal, no tendrá más contacto con los seres especiales que viven en el bosque, con los suyos y toda ese encanto especial, ese es su pago por enamorarse de un mortal