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elsaltodelarana

relato de un viaje en moto..Y me fui para Santa Barbara de Barinas.. Con una moto, china Bera de 200 c.c.

Y me fui para Santa Barbara de Barinas..

Con una moto, china Bera de 200 c.c.

Total ida y vuelta unos mil y tantos kilómetros…

Me decidí salir en la moto, el E, se fue en el carro con la familia, yo lo seguiría o esperaría según el caso…

Despues de chequear la moto, y llenarla de combustible, verificar la liga de freno y aceite, arranqué via autopista.

Un poco de tráfico al salir de Guacara hasta Valencia, y meterse en la vía hacia el sur, toda ella siempre está llena de automóviles, transeuntes , autobuses y camiones, hay que tener cuidado por esta vía…

Luego del campo de Carabobo o hacia ella , ya disminuye un poco el tráfico y se puede rodar con más calma…

Luego la vía hacia Taguanes, también un poco regular y siempre hay que tener la precaución de los camiones y automóviles… Luego de taguanes, Tinaquillo, también un caos y continúo por la carretera hasta Tinaco , donde me detengo para comprar un repuesto en la tienda de motos…

Antes de Tinaco , en las curvas, siempre recuerdo cuando, no sé, una mancha, o un barro, o algo, me hizo caer de la moto, qué caí, de platanazo, y al final me rompí una costilla, a la moto no le pasó nada , solo se rompió la palanca de cambios, que conseguí en esa tienda de Tinaco…

Luego de comprar el repuesto; una rueda corona o plato de 38 dientes para cambiarlo al de 42 que llevaba en la moto, seguí por el pueblo, no se puede ir por la carretera, ya que está llena de “policias acostados”, una gran cantidad de muros hecho sin conciencia, y que obstaculizan y atrasan el tráfico por esa vía, con sus ventas y demás cuestiones. Para mí es todo un caos pasar por allí…

Por fín la autopista de San Carlos, allí se pudo desplazar un poco más rápido, hasta llegar a la ciudad de San Carlos, en donde tomo la vía vieja que va a Apartaderos y a San rafael de onoto.

Esta vía está sola, casi no pasa nadie por allí, ya que todo el mundo toma la autopista, todavía está transitable y me gusta ir por ella, ya que es más fresca y todo el trayecto es carretera para mí solo.

Descanso en San Rafael de Onoto, tomo un café y miro el cuenta kilómetros, todavía hay gasolina para rato, aunque marca unos 170 km más o menos…Pero lleno el tanque…

Luego de descansar un rato, tomar refrigerios etc, tomo la autopista, pasando por Agua Blanca, donde se ve un balneario calidad, con unos toboganes, parece muy bien ir para allá un día de estos a averiguar , si lo que se ve, es bueno…

Continúo por la autopista, llego a Acarigua, paso por los puentes de los ríos de Acarigua y el Guache, se ven con algo de agua , todavía no ha empezado el invierno, y continúo por la autopista, hasta llegar al aviso donde se indica la venta de jalea de mango, no la pierdo, me meto debajo de un gran árbol, con una gran sombra y descanso, degustando, con toda la gula que me caracteriza, comiéndome toda la jalea , con gran satisfacción…

Continúo, hasta la Ciudad de Ospino, en donde tengo a un compadre y allí pernoto…

Total unos 225 kilómetros



Al día siguiente, muy temprano en la mañana, partí de nuevo por la autopista, después de un buen sueño reparador , via Guanare, pasando por el río Ospino, Morador, Guanare, etc.

Y allí después de Guanare una fina lluvia se dejó caer, y me acompaño los otros tantos kilómetros hasta la ciudad de Barinas, donde ya había escampado…

Por la autopista no hay bombas de gasolina y esta situación me tenía algo preocupado, porque no sabía si que me quedaba sin combustible antes de llegar a Barinas, había llenado el tanque en San Rafael, pero logré llegar hasta Barinas, donde marcaba la moto unos 204Km, quedándole todavía la reserva, así que por gasolina son bastante económica estas motos…



Después de llenar el tanque, seguí mi rumbo hacia Socopó, pasando antes por varios poblados y “policias acostados “ que han sembrado por toda la vía, hasta más allá de donde uno se imagina, creyendo que así , no hay accidentes o muertos en la vía. Y eso lo que hace es dañar los automóviles y retrasar en gran medida un viaje…Aparte de lo que significa toda una molestia.

Alcabalas, policias acostados, ventas de todo tipo, frutas, café , chucherías, etc en todo el medio de la vía, todo esto se suma a que siempre se acumule el tráfico…

Y rodando y rodando ya un poco cansado de las piernas, buscaba otro sitio para descansar otros 15 minutos, llegando a la cuidad de Socopó, y ver lo especial que tiene la vía en todo su esplendor sus grandes paisajes, los puentes donde se ven los ríos repletos de agua cristalina, la que baja de las montañas que produce el deshielo de las grandes cumbres, donde nacen todos esos ríos tan hermosos.



En el pueblo de Capitanejo, me detengo, oigo un ruido en la moto, y algo entre los cambios y rueda trasera, al observar, me di cuenta que la cadena había hecho un estirón muy largo,casi llegaba al piso y eso que la había apretado la noche anterior antes de la partida…”Se estiró la cadena” ¡Qué vaina!.

Apreté la cadena y continué, pero obserbaba que la moto rodaba con algo extraño, era el plato que se había dañado y torcido algunos de sus dientes, continué así hasta llegar a Santa Bárbara ya faltaba muy poco, al día siguiente, fui donde un mecánico un señor Joan, muy amable , chequeamos la moto, cambiamos la cadena y el plato, colocándole un 38 dientes, trabaja el motor más descansado…

Y así llegue a la Ciudad de Santa Bárbara donde me esperaban con gran cariño y animosidad mis familiares…





el ángel

El ángel

 

 

El hombre de aspecto inteligente me observa con una mirada escrutadora, debajo de sus gafas un par de ojos brillan con entusiasmo. Me dirige unas palabras

Otro hombre, fuerte, alto, de aspecto de luchador, digitaliza mis vértebras, buscando la abertura por donde va a introducir la aguja que dormirá mi cuerpo.

 

Se siente pasar un líquido hirviente y extraño por la base de la columna, parece que casi inmediatamente hace su efecto amortiguador de sensaciones.

 

Al ángel solo se le veían los ojos. El rostro estaba oculto por un tapabocas y solo dejaban vislumbrar a unos escrutadores ojos henchidos de confianza, dando sensación de estabilidad y tranquilidad.

 

Estar sometido como un cristo atado a una mesa fría y llena de cables, me parecía estar siendo observado como un conejillo apunto de ser destripado, para fines de estudio.

 

Una gran máquina, me apresaba. En ella se reflejaban todos mis signos vitales.

De mi brazo salía una manguera que iba apretando el músculo y lo aflojaba con cierta periocidad. Mi dedo índice era aprisionado por un objeto como el de un gancho de los de secar ropa y de el salía otro cable que diligentemente iba a estar enchufado en alguna parte de esa gran máquina. Del otro brazo más mangueras, era el néctar que llena de electrolitos nuestra sangre y nos acompaña en casi todo momento llevando a cestas como un cristo su cruz, esto es el tubo y la bolsa.

 

Sentí el corte, el primero, es como sentir el desgarramiento de tu ser.

 

Después todo se turbo. Unas palabras del hombre fuerte, que se acercaba continuamente leyendo y viendo los signos que efectuaba la máquina.

El ángel mueve sus manos, va a la derecha, se mueve a la izquierda, es incansable, siempre viendo el corte, inspeccionando, hurgando, maniobrando, sin descanso.

El acompañante, el hombre de mirada inteligente también observa, parece guiar de vez en cuando con su voz de maestro y su mirada escrutadora bajo esas gafas de ojos azules.

 

Una mascarilla en mi rostro, y siento un descanso un aplomo, una tranquilidad que me llena, siento un aire puro, muy puro, que entra en mis pulmones y lo quiero saborear, para tenerlo siempre en mi recuerdo.

 

Llega el final, el hombre de mirada inteligente desaparece. El ángel termina de coser y hace un gesto triunfal. Me dirige una mirada bondadosa.

 

Me transportan a otra camilla y me pasean por pasillos hasta mi habitación, donde me recibe el aire frío y seco y una cama dura y alta…

Sigo atado a una manguera que va destilando de la bolsa un líquido goteante.

 

El ángel aparece, da indicaciones y se despide…

Se va seguramente a seguir ayudando con sus manos a otras personas.

 

Rubén Patrizi

una limosna

Una limosna

"Una limosna por favor"
Son las palabras que brotan de sus labios.
Son las palabras de todos los días
Son las palabras de siempre, las que lo acompañan en su mundo
Quiere como todos, llevar pan a su boca. Como todos, comprar alimento, vestidos, vivir.
Sus muletas, son las columnas que sostienen su humanidad.
Su bastón, la silla, la andadera. Se arrastra en vez de caminar,
mostrando el muñón, la herida, el corte, la operación, la venda, el músculo mutilado, la turgencia, el cardenal.
Su semblante, la de un cristo que camina hacia su fin.
Extiende su mano y en sus ojos pardos se forma la pregunta y espera con ansiedad la respuesta.
La moneda que calmara su sed.

burbujas

Burbujas


De varios tamaños vienen con el viento. Son burbujas que brotan intensamente, incesantes, cuya efímera vida de alegría y color cesa en un instante, al descender y estallar, desapareciendo la ilusión.
Se visten de verde, de rosa, de naranjas, de violetas, capricho de luz, otras cambian de color cuando se acercan a mí, de azules a verdes, de verdes a azules, de violetas a verdes, son un arco iris de luz, reflejo irisdentes de luz como las de los cristales.
La brisa bailotea a las policromas gotas de espuma , que insufladas llenan de sueños a los niños que corren detrás de ellas, tratando de asir en sus pequeñas manitas, al pequeño rayo de luz que danza en el aire llevando sus anhelos. Otros niños, más grandes logran alcanzarlas y el color de su corta vida estalla en sus manos desapareciendo la magia.
Como de un prestigiador brotan las burbujas, vienen muchas a suplir a las otras que se han ocultado en el éter, a las otras que se han esfumado de las manos de los niños, vienen henchidas y grandes irradiando su color, encandilando sus corazones.
El vendedor de ilusiones las fabrica, con un soplido una serie, y otra y luego otra. Brotan sin cesar , sin descanso y así miles de burbujas bailotean al son de la brisa, al empuje del instante.
Y los gritos de los niños, la sonrisa de sus caras, la brillantez de su mirada , se convierte en armonía con las burbujas que danzan con la brisa a su alrededor.
Allí está el vendedor de ilusiones, con su frasquito, inventando pompas, vendiendo el color y la alegría., y los niños, que inocentes, corren detrás de la esperanza.



Rubén Patrizi

julia y efraín

Julia y Efraín

Así la vi. Una mujer hermosa; larga cabellera negra ondeando hasta casi la cintura, esbelta, alta, caminaba con elegante taconear, sin perturbarse, mirando con sus ojos verdes a todos lados....Empezó a llover. Lluvia pertinaz, de las sin aviso, las de grandes gotas; chaparrón con viento que mueve las ramas y a algunas hasta las desprende......
Corría bajo la lluvia. Un inmenso aguacero bajaba de las nubes grises, mojándola sin misericordia. 
La mendigo con cara de niño se metió dentro de la bolsa de basura. “Pensé, si no sentía ningún olor que la molestara”. Pero parecía sonreír cada vez que metía su pequeña cabeza dentro de la bolsa.
.....Y ella, continuaba corriendo, su ropa se encontraba empapada e iba mostrando sus formas, que voluptuosamente se asomaban, haciéndose visibles a consecuencia de la ropa mojada.
El agua caía por los bajantes adueñándose de los espacios y los rincones, la gente se apartaba para no salpicarse en su estrepitosa caída. 
Subió hasta las aceras, el agua era un arrollo que transportaba a su paso la basura acumulada en ellas.
De pronto, como si nada, el sol, y un vapor se desprendía de las calles produciendo un mal olor 
La piel se calentaba y arreciaba el calor, parecía que no había llovido y refrescado el hambiente.
La mujer se plantó en la parada con un gesto adusto, su ojos verdes no mostraban ninguna ansiedad, eran inexpresivos. Ella aunque empapada todavía mostraba su altivez. Su maquillaje se había perdido. Su pelo se había enmarañado y chorreaba liquido a través de ellos, sus desnudas piernas eran presa del barro y sus encharcados zapatos, parecían dos lanchas llenas de agua a punto de naufragar.

El tráfico, insoportable, los automóviles estaban quietos, no se movían, eran todos presos de una inmensa tranca.

Efraín corría hasta la esquina, el aguacero había trabado su tiempo. Estaba apurado para ir a la universidad.

La muchacha lo vio, y gritó su nombre varias veces hasta que Efraín la oyó.
Volteose al lugar de los gritos y la vio. Estaba con la mano en alto haciéndole señas, Un golpe en el pecho, se emocionó tanto al verla, hacia mucho tiempo que no la veía. Recordó besos y caricias y de inmediato sintió en su cuerpo un estremecimiento.....
Ahora estaban juntos, de nuevo se abrazaban, se besaban, se hablaban, parecía que el tiempo no había transcurrido. La sentía la misma.....como si nunca hubiese pasado aquello.

Ella pensaba igual, era el mismo Efraín de sus recuerdos, y de sus anhelos.

Auque paso aquello, él se fue a Europa y la dejó...... Nadie supo que pasó y el porqué de la huida. Si, porque fue una huida . Se escapó, se perdió sin más, sin avisar, sin contestar las llamadas que se perdieron en el tiempo........

“Efraín, Efraín”. Comentaba ella en voz baja al sentirlo, al apretar su cuerpo junto al suyo. Mencionaba su nombre como si lo saboreara, deletreando letra por letras, como si tuvieses mucho tiempo de querer y no poder pronunciarlo.

Él la apretaba, también en sus brazos sentía la tibieza de su cuerpo y la recordaba hoy, como el primer día, y La llamaba por su nombre ”Julia, Julia”.

“Pero vamos, estas llorando”, le decía él cariñosamente. ”No. No son lagrimas, es alegría, decía ella mostrándole los dientes en una amplia sonrisa.
Y así apretados caminaron entre la gente, entre el tráfico, bajo el calor. Para ellos no había nadie que los importunara, que los distrajera, que los disturbara. Solo eran ellos los únicos seres de la tierra. 

Caminaron hasta la plaza. Allí se sentaron a platicar, a darse explicaciones, si es que las había, a preguntar sobre los porqués , a reprocharse o decirse mentiras y verdades, sólo querían hablar, comentar las cosas pasadas y tratar de averiguar si tendrían futuro.

“¿Por qué te fuiste Efraín”.......
“Tu padre me dijo que”.....
“Ah.... Fue él”....Lo pensé así todo éste tiempo”. 
Ella hablaba y veía hacia otro sitio, pero mirando a ninguna parte, era a dentro de sí donde escrutaba. “ Fue él. Ya comprendo todo, y ahora que esta muerto no me queda otra cosa que perdonarlo.
.....“¿Murió tu padre? Le pregunta sorprendido Efraín.
“Si murió hace unos meses del corazón, sabes ya estaba viejo y no se cuidaba. ¡Bah!. Decía él. No hay que preocuparse, la vida es una sola y hay que aprovecharla”....
”Si pero no quiso que tu la vivieras” le comenta él tristemente. Le tenía cierto cariño al viejo.
“La vida es así. Como la novela. Ancha y ajena”.
“Pues así no debería ser..... Nos separó, nos mintió, tanto a ti como a mí, nos hizo la vida chiquita y si no hubiese sido por que me enfrasqué en los estudios en Inglaterra, te juro que me hubiese suicidado.
“Ahora tienes que venir a la casa a conocer a tu hijo”, le soltó la frase de seguido, sin anestesia. “Por lo menos es igualito a ti y allí no hay peros que valgan”.
El se quedó frío mirándola a los ojos, no podría creer lo que Julia le decía. Un hijo. Casi balbuceaba cuanto le pregunto “Y cómo se llama el niño, cuantos años tiene. Está muy grande” Se iba emocionando cada vez que hacía preguntas y ella lo observaba con gracia. Se ve que había madurado igual que ella no eran más esos chiquillos caprichosos.
“ Tiene diez años, se llama Efraín y también es negro como tú”.
Y caminaron hacia la casa de ella, juntos enlazados de la mano hacia un nuevo destino, ella con su ropa medio mojada, sus zapatos llenos de barro y su corazón feliz, él con esperanza y con ganas de conocer al hijo que había dejado hace diez años atrás y que nunca supo que iba a nacer.

Y los miré partir,.Vi como se alejaban silenciosamente enlazadas sus manos, mostrando sonrisas de satisfacción y alegría y brillando en sus ojos dos llamas.

a la deriva

A la deriva.



Los gritos de la mujer se expandían hasta más allá del horizonte. Ensordecían 

los tímpanos de todos los pasajeros del barco, e intranquilizaban a los hombres 

que inmediatamente se asomaban a ver lo que sucedía. Desde proa a popa se 

sentían los chillidos de la mujer y eran más violentos en cuanto ella sufría un

nuevo espasmo. El dolor era señal que algo estaba funcionando mal.

Varias mujeres estaban a su lado. El sudor corría por su frente, sin embargo 

sus labios estaban secos y en sus ojos se veía una expresión de duda, de susto 

y de dolor.

Se tocaba el abdomen, se contorsionaba, miraba incesantemente a los lados, y 

su mirada penetraba en los ojos de las mujeres que las acompañaban y que 

trataban de ayudarla. 

Dos la tomaron por los brazos y otra, hacia fuerza y masaje en su 

voluminosos vientre

Ella se retorcía de dolor. Y entre todos la conminaban a tranquilizarse, 

oraban y la sobaban, las sostenían con firmeza y con palabras 

tiernas, casi como tierno un arrullo, le hablaban y consolaban.

Pero el dolor era muy fuerte y los espasmos se hacían más frecuentes y en la 

intensidad de ellos, el grito, era como una carga eléctrica, se 

metía por la columna vertebral y bajaba hasta el cóccix

haciendo temblar el cuerpo.


A bordo, no había paños, toallas, y mucho menos sábanas, ni vituallas, ni 

vendas.

Algunos cedieron sus camisas quedando con sus torsos desnudos y a la 

intemperie.


La noche había avanzado y muy de madrugada, la luna alumbraba como un 

gran farol. La claridad se metía por todos los rincones iluminando con luz de 

plata y jugando con la estructura del barco haciendo emerger sombras 

dantescas que pululaban por la cubierta de la embarcación.


La luz de unas velas oscilaban con la fresca brisa que se metía por la ventana 

y acompañaban al movimiento de sube y baja del mar. Aunque el mismo 

estaba muy tranquilo, alguna olas venían a mover la embarcación.


---Respira hondo. Relájate y ahora cuando venga la contracción, puja. Puja, y 

deja a nosotras lo demás—Le hablaban las mujeres tratando de serenarla. La 

mujer suavemente le empujaba el vientre—Parece ser que el niño esta 

volteado--- afirma, la mujer de más edad, demostrando ser la más 

experimentada en estos menesteres.


Otro grito, y casi cayeron todas de bruces por lo repentino.

---Vamos. ¡Puja. Puja!. No temas, tranquilízate, respira hondo, espera la 

próxima contracción. Sécale la frente --- Ésta era toda la conversación que 

salía de la pequeña habitación. Ordenes acá y ordenes allá. Un pandemonium, 

todo un corre corre. 

Afuera junto a la puerta, murmullos de rezos y voces de personas. Hombres y 

mujeres que esperaban ansiosamente el desenlace, el final, para salir de la 

incertidumbre en que todos estaban. 

Esperando la conclusión del drama.


Las camisas fueron hecha trizas, unas para pañitos, y otras para vendar y

unas últimas para secar y limpiar. Dejando aparte las de usar con el bebé. 

Para limpiarlo, secarlo y para darle algo de calor.


La noche era fría y mucha brisa se dejaba colar haciendo cantar con breve 

ulular el choque de ésta con la embarcación, que era lo único que impedía su 

alegre paso. 

Los hombres que quedaron con el torso desnudo empezaron a 

temblar y a algunas mujeres el frío las hizo tiritar, se acercaron unos a 

otros para darse calor.


El llanto de un niño, que se oye como el maullido de un pequeño gato, 

irrumpió en el silencio. Luego se hizo más fuerte. El niño lloraba. Todos 

sintieron alegría y pesar al mismo tiempo.

Una nueva vida al mundo pero en una situación muy difícil. Abandonados a la 

deriva en esta pequeña embarcación que casi se hunde haciendo aguas.


......Toda una noche y un día, todos, unidos como un solo hombre, 

trabajaron con los envases que consiguieron para poder achicar el agua 

que entraba por el fondo.

Una cadena humana. Botar agua y botar agua. Esa era la consigna. Parecía no

achicarse nunca, más bien la impresión era, que se llenaba más y más.

Se sumergieron en la bodega donde estaban todas sus cosas, la comida, las 

maletas, sus ropas y enseres, papeles que se dañaban con el agua del mar.


Buscaron con afán la entrada del agua, eran sus vidas las que peligraban, las 

que pendían de un hilo, si el barco se hundía ellos serían victimas de los 

tiburones y los más se ahogarían, estaban en medio de la nada, todo a su 

alrededor era agua.

Consiguieron un compartimiento secreto, sacaron tablas y vieron donde 

entraba el agua, no era muy grande, pero el descuido de los tripulantes casi los 

hace zozobrar, así que con las mismas tablas y camisas de otros 

donantes, correas, calcetines, lograron paliar el desesperante hueco. 

consiguieron achicar la bodega. La cantidad de agua que entraba era mínima, 

y se podía controlar, solo había que estar pendiente de ella. Para ir 

achicándola poco a poco.


El bebé ya no llora, duerme. La madre está en muy malas condiciones y los 

dos, tanto el niño como su madre se ven muy mal. La madre no tiene leche, no 

le ha bajado todavía. Piensan en cómo hacer para darle alimento al niño, que 

se ve tan tierno, tan pequeñito, tan frágil. La mayoría de los alimentos se han 

dañado con la inundación de la bodega.

Por ahora esta tranquilo en los brazos de su madre.


El esposo estaba a su lado. Estaba casi tan pálido como ella. Había visto todo 

el sufrimiento de madre por parir a su hijo y en ningún momento se quiso 

separar de su mujer. Quiso permanecer al lado de los suyos, aunque muchas 

veces le rogaron que se fuese descansar y que saliera a respirar un poco de 

aire. La humedad y el frío entraba a raudales por la ventana e hacía titirar 

muchos de los que estaban en el pequeño camarote. 

Ahora la mujer dormitaba, parecía descansar después de haber pasado una 

noche infernal. Su rostro parecía como el de una estampita de santos que 

venden en la puerta de las iglesias. Los ojos negros como el de dos abejitas 

criollas, revolotones y pícaros, estaban apagados como si se le hubiese ido la 

luz y la fuerza intensa que había en ellos horas antes. Ahora descansaban 

detrás de los párpados.

El agotamiento la ha dejado muy débil, las mujeres aún acompañan al trío, 

pero empiezan a separarse para dejarle más aire que se había hecho un poco 

denso y para dejarlos reposar. Solo esperaban el amanecer y les preocupaba la 

forma de cómo alimentar al niño, que por ahora dormitaba como un dulce 

angelito.


La madre no respira. El hombre se da cuenta y exclama un grito de dolor. 

Pronuncia su nombre. La sacude por los hombros, la estrecha en sus brazos,

y llora. Llora por ella, por él y por el pequeño. Llora por haber visto, el 

sufrimiento que vivió ella las últimas horas y por el pequeño niño, que estará 

de ahora en adelante, solo, sin su madre.

Todos se acercan a cerciorarse de la muerte de la mujer. El niño se despierta y 

empieza a llorar. Una mujer lo toma lo abraza y lo mece en su seno

El hombre no puede estar de sí. Su desesperación. Llora y muchos con él.


.....Ahora que haremos con la madre muerta. Qué hacer con el cadáver. En 

esta pequeña embarcación, no hay sitio donde depositarla. Debemos arrojarla 


al mar---.Esta era la pregunta que todos se hacían en voz alta. Qué hacer 

con el cadáver, la descomposición. Sería para todos un desastre.. Se hizo un 

silencio pesado, se miraron unos a otros, escrutándose, como tratando de ver 

en sus rostros cansados la respuesta a la pregunta. 

Solo el niño gorgoteaba chupando el dedo de su improvisada haya.



---Hay que arrojarla al mar---. El esposo lanzó un grito y un improperio y con 

voz balbuceante dijo---No. Al mar no. Esperemos a ver tierra, seguro mañana 

o quizás el día siguiente, y entonces la enterraremos. Otro hombre habló, 

estaba más amargado que asustado, y replicó con voz angustiada.---Y si no 

hay tierra, y si nos quedamos más días a la deriva, mas días en este infierno---. 

Y terminó diciendo---Cómo haremos con el olor cuando empiece a 

descomponerse.


Las mujeres abrazaron al hombre y todos lloraron con él, en silencio, viendo 

el cadáver. La mujer yacía con el rostro impasible, y parecía rodeada de un 

halo de paz.

Su pálida tez contrastaba con la poca luz, parecía dormida, inmersa en un 

sueño del cual nunca más despertaría.



Amaneció así de repente, la luz del día entro a borbotones a llenar el sitio que 

ocupaban las tinieblas, casi sorprende a las personas de a bordo, todos estaban 

absortos y aún medio dormitados, embebidos en un sopor de inquietudes y 

tristezas. El mar estaba quieto, era un espejo de agua. Las nubes se reflejaban 

en él y hasta el allende en el horizonte no se veía ninguna pinta blanca ni 

espuma que indicara un oleaje. 


Todo era silencio y quietud, la embarcación no parecía moverse, sino estar 

estática en el centro de un enorme disco. En un gran plato azul, donde se 

mezcla naturaleza, luz, agua y nubes, que ahora venían ansiosas a ocupar el 

espacio libre y que se veían blancas y dispersas, como motas de algodón.

La embarcación flota en calma, sin moverse, solo el compás de la respiración 

rompe el silencio. Así pasan horas y horas. Era como entrar en un mundo 

silente y hasta tenebroso. El bochorno empezaba a arreciar, el sol brillante 

avivaba en el paso de las horas su fuego. El humor pegajoso después de un 

tiempo era insoportable. De noche el frío y de día el fuego abrasador en un 

desierto de agua .......

....................................................................................


Partimos desde el Golfo de Urabá. En una pequeña embarcación que 

fue contratada para que nos llevara a los Estados Unidos. Íbamos a entrar a 

esa nación como inmigrantes indocumentados. Un total de veinte cinco 

personas, nos reunimos en el puerto. Veníamos de diferentes naciones. Desde 

el Perú, desde el Ecuador, otros de Colombia y algunos de Venezuela. 

Todos teníamos una idea fija y una sola disposición, ir a la nación americana a 

vivir una vida mas cómoda, una vida mejor, para tratar de salir de nuestras 

miserable condición. La pobreza que mina nuestra sociedades y arranca de 

nuestra juventudes la alegría.


Nos concentramos todos en la costa, al atardecer, a la hora señalada, allí 

poco a poco fuimos llegando. Una pareja, luego otra y otra. Luego varios 

hombres y así hasta reunirnos todos. Parecía que nos conociéramos ya que

solo con vernos sabíamos quienes éramos, y quienes íbamos a navegar esa 

noche.

Todos fuimos atraídos por la oferta y el bajo costo del viaje, que relativamente 

no se hacía muy costoso, y según no iba a demorar muchos días. Iríamos 

costeando Panamá, Centro América y luego poco a poco por el golfo de 

México, hasta entrar en aguas americanas y al final lograr el sueño de todos 

nosotros. El sueño de América, la libertad y el bienestar para nuestras 

familias, en trabajo, en dinero, el poder surgir y salir de la pobreza, ayudar a 

los que se quedaban detrás. Hacer real. El sueño americano.


Tres eran los tripulantes. El capitán y dos ayudantes, que hacían de piloto y 

navegante.

Nuestras pocas pertenencias fueron arrojadas a una bodega y nos dijeron que 

nos acomodásemos como quisiéramos y como pudiésemos. Solo había un 

pequeño camarote debajo del la sala de mandos, y un pequeño alero que era lo 

único techado después todo lo demás era a la intemperie. Así que tendríamos 

que turnarnos en el camarote en la bodega y aguantar el frío de las noches.


Al principio todo marcho bien, todo color de rosa, como dicen, La pequeña 

embarcación navegaba lentamente alejándose de la costa, y la estela que 

dejaba nos alegraba. Era una estela que nos acompañaría como un largo 

camino hasta el final del viaje. El mar estaba muy calmado y la embarcación 

se movía alegremente entre las ondas marinas.

......................................................


La noche es fresca, a bordo todo es movimiento, entusiasmo y alegría. Unos 

están en el techo de la timonera y casi hacen crujir la armazón. Le indican que 

bajen algunos que no se monten todos. En las bordas las gentes dormitan, 

hablan, fuman, ríen, a todos le brilla la mirada se ven alegres y llenos de vida. 

Llenos de futuro, plenos y satisfechos. Las mujeres son más entronas, 

empiezan a conocerse, hablar unas con otras a comentarse cosas e intimidades

El viaje empieza a ser confortable, a pesar de las carencias. Es ameno, alegre, 

esperanzador.


Entre canciones, tabaco, y unos tragos de ron, amaneció el azul. Un azul 

hialino de cielo y agua, flores de espuma, blancas como margaritas se dejan 

ver en un estallido de luz. Irrumpe el agua en ondas que oscilan, ora suben , 

ora bajan, en un continuo vaivén casi infinito.

El ronroneo del motor es constante, parece musical y adormece. Aletarga las 

horas que van pasando largas y cansinas. Mirar el horizonte, ver nubes e 

imaginar figuras, observar a algún que otro pájaro que pasa veloz y otear 

algunas manchas plateadas que a veces se dejan ver cerca de la embarcación.

Varios peces saltan y en su chapuzón, hacen un arco que se deja oír en su 

chapoteo y salpican ínfimas gotas de mar.

Delfines curiosos, se asoman por la popa, y en un aleteo avanzan y parecen 

guiar nuestra ruta

La labor del día; era estar abrazados a la popa. Ajenas parejas miran el 

horizonte. Otras, curiosas observan el timón y los instrumentos de a bordo y 

los últimos están en la proa viendo venir a las olas, sintiendo el bamboleo de 

la embarcación que parte las ondas, y borbotea la espuma, haciendo sentir el 

sabor de sal y empaparse del rocío que va levantando la brisa y los va 

mojando.


Los tres tripulantes estaban muy contentos, se repartían el dinero. 

Seguramente ya pensaban como gastarlo en los garitos de los puertos, o con 

las mujeres en algún establecimiento, o en bebida, juergas y diversiones. 

Personajes de esa calaña no tenían un objetivo claro para con su vida, y menos 

para invertir el dinero bien o mal ganado.

Estaban para sus adentros transportando a un ganado, a ellos poco le 

importaba la vida o lo que les pudiera suceder a cada unos de los veinte cinco 

pasajeros. Hablaban entre ellos, codiciaban a las mujeres, y en sus murmullos 

y miradas, había mucha burla y desdén.

Ninguno de los pasajeros se había dado cuenta, confiaban ciegamente en estos 

tres hombres. Confiaban en la buena marcha del viaje, en la suerte que los 

acompañaba, y en la oportunidad que les aguardaba. Y nunca sospecharían de 

cualquier fechoría que sus guías pudiesen cometer. Estaban felices y esta 

felicidad los hacia ciegos. Estaban eufóricos, ebrios de alegría, esto parecía un 

viaje de placer, era como si estuviesen en un crucero en alta mar.


Navegaban incómodos, en una embarcación pequeña sin servicios, con 

demasiada gente aglomerada, algunos estaban mareados y permanecían fijos 

como pegados a las bordas. Pero la esperanza de llegar a buen término y 

sabiendo a donde iban, los hacia sentirse satisfechos. Era como tener sarna con 

gusto, no importa la incomodidad. Habían personas que no conocían el mar 

era la primera vez que lo veían y se deleitaban de lo lindo, eran como niños, 

aspirando el olor salino y emocionados deseaban zambullirse en el inmenso 

azul.


El motor empezó a sonar diferente, y le comentaron a los tripulantes. Ellos a 

su vez explicaban que se quedasen tranquilos que no era nada de importancia. 

Pasamos Panamá y Costa Rica. La embarcación costeaba y se alejaba 

navegaba cómo en un zigzag, abandonaba la costa y luego más adelante 

aparecía. Según ellos era para alejarse de supuestos buques mercantiles y 

militares, y para evitar llamar la atención de posibles guarda costas y ser 

presos de una requisa que los comprometería todos siendo entonces el final de 

viaje. 

Al tercer día habíamos gastado más de la mitad de nuestros bastimentos y eso 

que comíamos muy frugalmente, también el agua estaba escaseando, ya pronto 

iríamos a la costa a llenar nuestro deposito de combustible y agua para seguir 

el rumbo hacia el norte.


Al atardecer nos hablaron de un cambio de planes, iríamos al Norte de 

Guatemala o a Belice y después a Méjico, en donde estaban unos 

colaboradores y compinches, los cuales podrían darnos más bastimento, 

repuestos, o alguna reparación.


Muy temprano al cuarto o quinto día, nos invitaron a todos, a que nos 

metiéramos en la bodega rápidamente, pues parecía que venía un barco militar 

muy grande. Todos nos ocultamos con rapidez en la bodega, casi no cabíamos, 

nos acuclillamos, nos apretujamos y esperamos la señal convenidas para salir.


Una de las mujeres, subió silenciosamente y se asomó subterticiamente por la 

borda, sus ojos se llenaron de lágrimas, quedose perpleja, con la boca abierta, 

no daba crédito a lo que veía, y de sus labios no podían salir palabras. Estaba 

llena de terror.

Haciendo un esfuerzo grita, y todos salimos como pudimos de la bodega, para 

ver a los tres hombres que se alejaban. Habían sacado el bote auxiliar y se 

alejaban en él, dejándonos a la deriva.


A medida que se distanciaban. Gritamos, imploramos, lloramos, nada. Se 

alejaban con nuestro dinero y nuestra esperanza, y ni siquiera volteaban a 

vernos. 

Estuvimos mirándolos por largos minutos hasta que desaparecieron en el 

horizonte.

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La tripulación y el capitán eran personas de armas tomar. El capitán 

estuvo guardado un tiempo indiciado en tráfico de drogas, y después de pasar 

una temporada en la cárcel, reclutó a sus dos compañeros que estaban en los 

mismos rumbos.

Sus dos compinches, llevaban mercancía a curazao desde las costas de 

Venezuela y luego fueron arrestados in fraganti en piratería, tratando se asaltar 

un velero italiano que venía a hacer turismo en esas aguas tropicales. 

Después de pagar sus condenas decidieron asociarse. Ahora traficaban con 

otra mercancía. La humana.


Nos quedamos mudos, y atónitos. Muchos de nosotros, nos sentamos en la 

borda sin hacer nada, estábamos como alelados, idos, quien sabe qué 

pensamiento nos atormentaba, y nos roía el espíritu. Otros hombres 

empezaron a divagar, hablaban de sus pueblos, y sus historias. 


La embarcación se balanceaba suavemente entre las olas. El Ecuatoriano 

hablaba de su pueblo, Baños, con su río y la selva próxima, hablaba de su 

niñez, de las aguas termales, y de las ganas de emigrar, y ahora, sentirse 

inmerso en esta incertidumbre. Otro, el peruano hablaba de sus barrios en 

Lima, lo árido de la costa, y de sus montañas coronadas de blanca nieve. A 

todos les dio por hablar de sus recuerdos y pueblos, los sitios de su niñez, y 

en donde pasaron según ellos, momentos de felicidad. Los colombianos 

comentaban de sus pueblos costeros, de su río magdalena y de los hermosos 

villorrios y lugares de el interior del país. Todos hablaban con lágrimas en los 

ojos. 

Y así pasó el primer día de la deriva y soledad en el mar.

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Un grito los saco de las nubes y del sopor “Esto se está llenando de agua”. 

En efecto, el barco además de ir a la deriva se estaba anegando, con razón se 

fueron esos condenados. “Si esto se hunde, no cabríamos en el bote auxiliar y 

sería un caos como es ahora.” Este era el pensamiento a voces.


Todos al unísono nos pusimos a trabajar. Hicimos una cadena humana y

Logramos con tesón esfuerzo y mucho trabajo, salir de ese trance.. 

Conseguimos un escondite, seguramente era una trampa para esconder drogas 

y para ocultar el contrabando que era trasportado a los otros países. Perdimos 

todo el alimento, nuestros enseres se empaparon, ahora toda la cubierta era 

colorida y abanderada con nuestras ropas secándose al sol. . 



Un nuevo día, y así, empezamos a perder la cuenta. El mar, el día, la noche, 

siempre iguales. Un mar tranquilo en las mañanas, era como un espejo y casi 

no se sentía movimiento alguno, no había el vaivén de las olas. En las 

tardes, las ondas van aumentando de intensidad, se siente el fuerte vaivén y 

allí, somos como una concha de nuez en este vasto océano. 


Algunas noches se escucha la brisa chocar con los costados y penetra a 

refrescarnos y otras , son muy calurosas y la ropa se pega a nuestro cuerpo y 

el calor pegajoso dura hasta la madrugada, yendo a refrescar casi hacia el 

nuevo día, y entonces poco a poco nos sentimos más cómodos. 

El cielo por las noches es muy estrellado. Solo se ven estrellas y estrellas, 

miles de ellas brotan del negro firmamento y nos acompañan hasta el 

amanecer



Otro grito rompe la monotonía de la noche, la mujer gemía y gritaba, lloraba 

intensamente, sentía dolor y no había nada para calmarla. Oraciones, palabras 

de consuelo y de ánimo para darle valor, para que saliera bien del problema en 

que se encontraba.

Estaba pariendo.

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El cadáver de la mujer fue lanzado al agua, el esposo estaba inconsolable. 

La amortajaron con unos trapos y la ataron. Le colocaron unas pesas para que 

se hundiera rápidamente. Todos estaban en la cubierta.

El niño dormía, no había alimento para él y se esperaba que muy pronto 

acompañaría a su madre.

Algunos dijeron unas palabras, otros oramos, unos a voces y otros en silencio

“Que Dios la acompañe en su viaje”.Decían las mujeres con lágrimas en los 

ojos. Solo una noche más nos acompaño la criatura. Ésta lloró y lloró 

interminablemente, sin descansar, hora tras hora y no había modo de calmarla.

Nos desesperaba y queríamos gritar”Callen a ese niño” Pero comprendíamos,

sabíamos de su agonía, era la misma que íbamos a pasar nosotros sin comida y 

sin agua para beber. Amaneció en los brazos de las mujeres, ellas se turnaron, 

ya no lloraba, le daban de beber lo poco que había en un pañito y el la 

chupaba con avidez.


Parecía un angelito. Estaba como dormido con los ojos cerrados.”Miserables 

de nosotros”. Pensábamos.”Pronto te acompañaremos amiguito”.

Una de las mujeres lo bautizó, le puso el nombre de Esperanto, como de 

esperanza. Esperanza para nosotros, que íbamos quien sabe a donde, a la 

deriva en este inconmensurable mar.

Oramos y lloramos, desahogándonos de nuestras angustias, nos confortábamos 

unos a otros del miedo, dándonos ánimo. “Pronto algún barco nos verá y nos 

sacará de este infierno”.

Vimos un ave, todos las señalamos, era grande de alas y de pico largo, negra. 

Los supersticiosos señalaron mal agüero, otros reían y más allá otros, 

comentaban que había tierra cerca. “Pero donde”.

Vimos más aves, pasaban cerca de nosotros, de pronto en el horizonte el 

espectáculo nos hizo enmudecer. Centenares de alados surcaban el aire y se 

lanzaban al agua formando una cortina, eran tantos que parecía una 

cascada de pájaros que caían desde las alturas. Había un enorme banco de 

peces.

Vimos relumbrar figuras fugaces de plata que se deslizaban a nuestro 

alrededor y bajo el casco de la embarcación. Era como la subiendo de un 

río. Nos rodeaban muchos, centenares, miles de peces, nos sentimos eufóricos 

y nos dispusimos a tratar de pescar algunos. Logramos capturar a muchos de 

ellos, allí mismo los tasajeábamos y lo engullíamos crudos, era mucha el 

hambre. Un bocado delicioso después de tener varios días sin comer

Con los que sobraron, los guindamos a secar al sol en unas cuerdas

Nos pusimos alerta a ver si veíamos tierra, logramos divisar muy a lo lejos 

unas manchas oscuras, pero nada, seguíamos a la deriva.

En la tarde otro fenómeno nos lleno de entusiasmo, por lo menos nos 

alimentaba el espíritu. Era una puesta de sol, al principio las nubes blancas y 

el fondo amarillo, todo en una gran pantalla. Luego poco a poco se va 

tornando rojizo, las nubes se alargan como paños de seda y va 

desapareciendo poco a poco hasta oscurecer completamente.


En la oscuridad, muy a lo lejos, se veía un relampaguear continuo como el de 

una tormenta.

Teníamos comida, más sufríamos por la sed. El agua además de escasa estaba 

ya contaminada, no obstante algunas madrugadas llovía y algo de 

ella pudimos guardar. La escasez de agua nos daba dolor de sed y ese dolor, 

nos enturbiaba el cerebro, y producía confusión en nuestras facultades 

mentales, allí en donde se asienta la locura.


Amaneció de nuevo, todavía varios de nosotros pescaban, ahora teníamos 

cierta provisión, el cielo es de un azul, algo así como eléctrico, y hay una 

claridad y una gran visibilidad, no se observan nubes, y el mar está tan 

tranquilo que no sabemos si nos movemos o permanecemos en un solo sitio 

estáticos para siempre.

Cerca de la medianoche un grito, todos corrimos, el hombre es jalado por sus 

compañeros, el brazo y el antebrazo, había desaparecido con mano y todo.

Chorros de sangre salía de su costado, tenía marcas de dientes en el pecho. El 

hombre fue desgarrado de un solo tirón. Mordido por un gran tiburón, de esos 

que seguramente están acostumbrados a comerse a los balseros cubanos, que 

se lanzan al mar en embarcaciones disímiles sin prever el resultado y con la 

esperanza en el corazón y la mar de la veces sucumben, zozobrando en alta 

mar sin que nadie los logre auxiliar.


En el piso de la embarcación el hombre hacía estertores y vomitaba, perdía 

mucha sangre, se veía que el dolor era insoportable. Como pudimos le 

colocamos compresas en la herida, para parar un poco la salida de la sangre.

Pero era imposible la sangre manaba sin cesar 



El hombre se estaba poniendo amarillo, sus ojos se estaban apagando, se 

estaba yendo.

Para el atardecer del día siguiente, lo arrojamos al mar, tras él y con él iban 

nuestras oraciones. “Debíamos estar más alerta”. Comentábamos entre todos.

”Estamos en una situación muy peligrosa y cada uno de nosotros corre 

peligro. La muerte es nuestra compañera de viaje”. 


Todo el día hizo un calor insoportable, y en la noche algo de brisa que 

reconfortaba nuestros cuerpos. Al siguiente día igual y a lo lejos, se 

observaban nubes grises, eran muy oscuras y tenebrosas. Cubrían todo el 

horizonte.


Despertamos con el fuerte bamboleo de la embarcación. Fue todo de 

repente. Las olas nos golpeaban y lanzaban chispas de agua, que hacía que nos 

ateriéramos, sentíamos la embarcación levantarse como en un tobogán, 

éramos sacudidos, corrimos donde la grieta y tratamos de reforzarla. 

Estábamos alumbrados con la luz de una pequeña vela cuando empezó a 

soplar la fuerte brisa que nos dejo en tinieblas. Vino el viento a cantar un 

canto de muerte. El ulular era acompañado con el batir de olas. Teníamos 

mucho miedo de zozobrar. La embarcación era castigada por todos los 

costados, el mar entraba por la proa, nuestras voces eran silenciadas por el 

fuerte viento, cerramos la entrada de la bodega y muchos de nosotros nos 

quedamos en ella apretándonos dándonos calor con nuestros cuerpos, 

acompañándonos y orando y temblando por el frío y por el miedo. Los que 

nos quedamos arriba en el puente, vimos como los relámpagos daban forma a 

las grandes y negras olas. 

Negras, como diablos, coronadas con enormes cachos blancos, que nos 

azotaban. Ora vimos una enorme pared de agua y nosotros en la base, nos 

recogía y nos levantaba muchos metros, ora otra, era como estar en un valle 

rodeado de altas montañas. El mar hervía furibundo. Viento , agua, 

relámpagos, rayos, truenos, todo al mismo tiempo. En el fuerte vaivén nos 

ladeábamos, y casi nos sumergíamos. Estábamos metidos dentro de una 

tormenta tropical, o en el medio de un huracán

En cada brillar del cielo, veíamos nuestras caras, nuestros ojos redondos 

llenos de terror, de lágrimas, de llanto, de susto, de ansiedad. Todas las 

pasiones conjugadas en nuestros rostros. Y el viento seguía silbando afuera, 

cantando su melodía siniestra, y la noche dirigía a los monstruos que nos 

zarandeaban queriendo devorarnos.....


Y amaneció. Amaneció, como amanecen los días después de padecer una 

gran tormenta. Como si se hubiesen lavado pecado. Como si se hubiese lavado 

el tiempo. Es un nuevo amanecer, cristalino, hialino, mágico con luz de 

hermosos colores. “Si no estuviésemos en este trance, éste fuera uno de los 

mejores días de mi vida”.

Seguimos a la deriva, y no sabemos donde nos ha arrojado la tormenta, nos 

sentimos eufóricos y con mucha suerte el de haber salido de ella. Con unos 

lápices, han hecho una escuadra, dicen que es para tratar de ver nuestra 

posición. A ver en que rumbo andamos y rezar para que no venga otra 

tormenta como la anterior, que no la aguantaríamos. Todavía los hombres, 

están sacando agua de la bodega.

Todo está empapado y ahora no tenemos agua que beber. Habiendo tanta agua 

en esta inmensidad y que no podamos tomar ni siquiera un poco.

En el techo han colgado un plástico con una tuerca en el centro y un 

recipiente, es para recoger un poco de agua pero es muy poca y nosotros 

somos muchos

Uno de los hombres, tomó en silencio agua de mar por varios días, callado sin 

decirle a nadie y se volvió loco. Se arrojo por la borda gritando. 

El dolor de sed. Se le fundieron los riñones y el cerebro. Se deshidrató 

totalmente. Su cuerpo al sentir el agua salada, le quitaba a los órganos la 

dulce para contrarrestarlo y así poco a poco se fue quemando hasta morir.


Vimos una gran red. Formaban ella un gran círculo con los corchos 

flotando en el mar.


La corriente nos llevó hacia ella. La tomamos y vacilamos en quedarnos junto 

a esa isla que nos comunicaba con la civilización. 

Nos dispusimos a deliberar. Y nos cuestionamos. ¿“ Nos quedamos 

junto a la red, o seguimos a la deriva, a donde la corriente nos lleve”?. 

Decidimos seguir a la deriva. 


No sabíamos cuando vendrían a recoger ésta red, o si estaba 

perdida causa de la tormenta . Si continuábamos, quizás muy pronto 

veríamos tierra, y saldríamos de este predicamento.

De todas maneras dejamos un mensaje atado a la red. 
En una botella describimos nuestra situación y dejamos los nombres y el 

tiempo que teníamos a la deriva. La corriente nos iba arrastrando, mientras se

empequeñecían a la distancia los flotadores de la red, y desaparecían poco a 

poco confundiéndose con las aguas

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“ Pienso en los que dejamos atrás, mi madre, hermanos, hijos. Todo para 

acompañar a mi esposo en ésta aventura que ha resultado un desastre

El peligro nos ha acechado desde que salimos del Perú. Igualmente comentan 

mis compañeros, inclusive los que emocionados han visto el mar por primera 

vez y que ahora están saturados de él. A donde se mire hay agua., hay mar, 

hay azul, hay profundidad. Estamos todos agotados, secos, nuestras ropas son 

harapos, nuestros cuerpos enflaquecidos, barbas hirsutas tiene los hombres y 

todos tenemos un semblante de fantasma. Creo que nos quedan muy pocos 

días, a lo sumo , uno de mucho calor y aprensión, y estoy segura que no lo 

aguantaríamos. Ya algunos deliran. Hablan ininteligiblemente sobre sus casas 

y familiares, y otros están triunfando en aquellas lejanas tierras que nunca 

llegaremos a ver..... Me doy por vencida. No hay marcha atrás. Ya no veré mis 

montañas coronadas de nieve ni a los caudalosos ríos, ni a las voces y gritos 

de jolgorio festivo de mis niños cuando salen de la escuela, ni la voz 

arrulladora de mi madre.

El cielo está estrellado, infinitas estrellas se asoman en la noche a 

despedirnos o a acompañarnos a los eternos viajantes en la ruta hacia el más 

allá, donde nuestra inefable amiga la muerte nos llevará hacia esos sitios 

desconocidos donde termina la vida a ese umbral oculto donde empieza otra 

muy diferente”.

......................................................


“Las sirenas de las profundidades, medio mujeres medio pez, emiten un 

quejumbroso sonido. ¿Será que lloran nuestra desgracia. Será que la brisa trae 

con los recuerdos cantos de trompeta?.

Amanece y anochece.. Es el sol quien sale en el oeste o es el este que se va 

consumiéndose en las profundidades. Ya divago, no soy yo, ni nadie, solo soy 

un fantasma, que vaga, que flota, que puede caminar sobre las aguas, que 

puede subir , bajar, flotar, que puedo mirar desde lo alto y ver en esta altura a 

la embarcación y a todos yacer en la cubierta, tirados, gimiendo a punto de 

morir o ya estamos muertos?”.


“La inanición, la sed, el hambre, el sol , el calor, el frío, la ansiedad, los días.

Todo pesa en una gran balanza y en la otra, solo nuestros cuerpos y la 

voluntad que va desapareciendo, que se va minando.

Otra vez la música. Ésta vez es la de caracoles en celo, llamando a su amada.

Es el grito de enormes peces que se preparan a engullirnos. Son mujeres de 

hermosos rostros y de turgentes senos, de largas cabelleras y de bellos 

ojos...... Nos ven, sonríen y cantan, tapémonos los oídos como hizo Ulises. 

No oigan más el canto siniestro”...........

...................................................


La embarcación se acercaba a toda máquina la V de la proa, se adornaba con 

azahares, corona de olas de espuma de mar.

Venían hombres de uniforme a bordo. Miraban con binoculares y hablaban en 

forma extraña.

...................................................

Al pairo se colocó la embarcación. 

Una nave de otro mundo, con seres extraños que nos hablaban, que trataban de 

socorrernos, que trataban de hacernos beber.---Poco a poco sin atragantarse, 

beba despacio---. Sus voces sonaban raras como desarticuladas y con 

entonación diferente.

................................................

Amanecimos en tierra, fuimos rescatados después de estar en el mar más de 

veinte días.

..........................................

El pescador vio algo refulgente en la red, algo que brillaba con el movimiento 

del mar, reflejando los rayos del sol. Leyó el mensaje y rápidamente dio aviso 

a la guardia costera.


...........................................


En grandes letras los periódicos anunciaban el recate de una embarcación en 

alta mar

“Tres días después que unos pescadores vieron atada a su red un aviso de 

socorro, fue rescatada una embarcación que iba a la deriva con más 

de veinte personas. 

A bordo hombres y mujeres yacían por doquier, algunas muy cerca de morir y 

otras ya fallecidas de inanición y de deshidratación.

Solo siete se salvaron”

.............................................


“Me llamo Ana. Soy Peruana, tengo más de treinta años, me metí en esta 

aventura para acompañar a mi esposo. Somos una familia pobre, desde los 

tiempos de los Incas. Soy persona que trabaja con las uñas en su tierra y 

quisimos aventurarnos a vivir una vida mejor para nosotros y ayudar los 

nuestros. 

Para cambiar y mejorar nuestro sistema de vida, ganar dinero e invertirlo en la 

educación de los hijos. Allá se quedó mi madre y mis hijos, mientras mi 

esposo y yo partimos en este desgraciado viaje. Nuestra meta era conseguir 

trabajo y vivir una vida más digna. 

Tratar de vivir el sueño americano.

Haciendo pesquisas nos enteramos que un grupo de personas hacían viajes a 

los estados unidos llevando personas, indagamos más y nos fuimos al Ecuador 

en donde fuimos reclutados por el grupo, de allí pasamos a Colombia en 

donde empezó nuestro viaje ......................




Rubén Patrizi







en la noche en la ciudad

Deambulando existo 
nómada en las calles de la gran ciudad 
entre callejones y calles oscuras 
entre droga y basura 
vendiendo asco, 
vendiendo el deseo, 
vendiendo el amor, 
comprando dinero 
con cuotas de piel 
de sangre de hiel. 
Noches oscuras sin luna 
sin resplandor con dolor 
noches de hastío, 
de hombres de alcohol. 
Noches de muerte 
que ronda alrededor 
ronda como yo 
Buscando entre ruinas 
deseando que termine el deambular 
nómada en las calles de la ciudad 
vendiéndome al mejor postor. 

de la calle

Con carita sucia
manos pequeñas,
lágrimas secas
mirada langida
alguna de fiera herida
otras de dolor de olvido
la sonrisa ausente perdida
caritas pequeñas manchadas
con ausencia de amor
sin escuela sin comida
sin abrigo ni cariño
van errantes vagabundos
despreciados insultados
no son gente no son nadie
van con el corazón oprimido
y sin sentimientos 
asi andan por el mundo
los niños de la calle
sin nadie que pueda
tenderles una mano y 
darles amor y abrigo.