Roque el Perro Cazador
CARLOS OTERO
Ranchos de Catia La Mar
1940 circa | óleo sobre tela | 60 x 80 cms
Roque el perro cazador
“Roque, Roque, Roque”, gritan los niños. El pequeño can hace carantoñas, mueve la cola y tropieza con sus largas orejas, dando un traspié, muchas risas. “Es todo un payaso”. Comentan alborozados”.
Los perros aullaban como el que más. Una carrera, después de salir disparados como catapultados, todo nervios, excitantes, aullantes llenos de vida, como muchachos adolescentes que se preparan para una carrera y con una avidez de sangre digna de su raza. Uno solo empezó el barullo y los demás en un impulso ciego, lo siguieron dando tumbos por el monte como diablos.
El perro pequeño, el más joven, se quedó atrás, ladra si, pero no como los demás, no se deja llevar por el entusiasmo y la algarabía de sus congéneres. Parece que no quiere seguir la corriente de esa jauría de campeones.
Ellos buscaban y conseguían, poseían un olfato muy fino, los venados corrían asustados por entre los arbustos, los báquiros se encuevaban, las lapas se lanzaban al agua y los picures, corrían, saltaban, se ocultaban, pero siempre eran atrapados, y los cachicamos a pesar de enrollarse en esa armadura propia que llevan a cuestas a modo de piel, también caían en el haber de éstos animales inmisericordes.
Pero Roque era indiferente a esos menesteres, a veces dormitaba en la alfombra, otras se subía a los sofás y por último se arrellanaba en la cocina, repantigándose en algún rincón esperando que Gloria la cocinera, le tirara cualquier cosa para saciar su gula.
--Éste perro es malo. Sí señor.—Decía el peón más viejo acostumbrado a cazar y a tener perros de raza.—No quiere cazar como los demás, a veces se adelanta, otras se atrasa y la mayoría de las veces, empieza a latir, pero es para perseguir a matos o cualquier lagartija que se encuentre oculta por allí. Se parece a su padre, que por perseguir a lagartos lo pico un día una mapanare y no se murió. --Miraba a todos los oyentes y aquel que tuviese cara de asombrado, le replicaba continuando. –Sí. Al padre de éste lo pico una culebra cuatro narices la que mentan cuaima, mapanare, tigra, y quien sabe cuantos nombres más que tiene la condenada. Si, le zampó tres veces, yo mismo vide cuando le tiró el primero, él andaba husmeando por entre el matorral y zuas, le lanzó el mordisco, el perro chillo y yo volteé a ver, enseguida me di cuenta de que era una serpiente, y de nuevo, zuas el otro y el otro, la culebra se ensaño con el pobre perro, y el terco, no salía de ese sitio, tuve que correr hacia allí y de un machetazo mate a la culebra, era así de grande.—comenta señalando y escupiendo al mismo tiempo un salivazo impregnado de chimó, y continua contando su historia --El perro quedo un poco hinchado y me lo llevé al rancho, allí estuvo quieto, no se movía, estaba solitario, calladito con un poco de fiebre. El señor Emilio lo trato y el perro se sanó. ¡Ah son duro esos perros! y por allí anda un poco viejón ya, correteando con los otros, pero solo sirve para hacer bulto y ladrar. Pero a éste, se le queda mirando con ojos llenos de sorna, –el perro como sabiendo que están hablando de él, mete su hocico detrás del mecedor y entorna los ojos como haciéndose el loco, quizás pensando que esas palabras no eran para él. –A éste yo lo veo muy mal, muy mal.-- y se aleja riéndose con burla.....
El comportamiento de Roque, deja mucho que desear, por eso las habladurías. Él corre detrás de los lagartos, tuqueques, hormigas y todo animal que se arrastre y se oculte allí mismo. También tiene otra especialidad, y esta, es la perseguir a las gallinas, parece que le gusta la algarabía y escándalo que hacen ellas cuando son correteadas por un animal
Le encanta perseguirlas en cuanto se asoman por allí. Un plumero brincando y saltando, correteando por todo el patio. Y de pronto una voz --¡Sale perro!-- Una piedra o un palo le lanzan y el se va rápido para las piernas de Gloria la cocinera que lo tiene muy mimado, ese es el premio recibido por su infantil actuación.
Un día empezaron a escasear los huevos en el corral de las gallinas, y ahora el cazador de lagartos era vigilado, y pobre de él si era encontrado en esos extraños menesteres, comiéndose los huevos dentro del corral de las gallinas. La última vez que a un perro se le ocurrió tamaño vicio, lo agarraron dentro del corral y atándolo le dieron una soberana tunda, el pobre perro daba lástima, aullaba de dolor por cada correazo que le propinaban, después de tamaño castigo, el perro desistió de comer huevos y cada vez que veía a una gallina, el efecto era desaparecer del sitio para no ser acusado de ni siquiera de mirar mal a la criatura. Y un día el perro desapareció.
El amo miraba al perro sobre los anteojos, él, estaba escondido detrás del sillón, y con una voz muy seria le decía. –Espero que no seas tú el que se coma los huevos, porque te va a ir muy mal, sí, muy mal.
En vez de salir a cazar, Roque se iba con los muchachos a bañarse al río, se zambullían de lo lindo y retozaban en el agua, así pasaban toda una mañana jugando y haciendo travesuras hasta la hora del almuerzo cuando los muchachos iban contando las maravillas de una mañana feliz.
Por las tardes salían a cazar a las iguanas, las conseguían en los palos altos descansando del sol, éstos con sus hondas en la mano iban sigilosos para ver si atrapaban a alguna para la cena. Las iguanas veían a los muchachos llegar y se lanzaban a tierra para escapar de ellos, pero esa idea, era su muerte, allí estaba Roque, porque de un brinco lograba atraparlas, no les daba tiempo de huir.
Al anochecer llegaban los muchachos cargados de iguanas y comentando maravillas del perro, pero los hombres se reían de él, porque no era una cazador de pelo.
En uno de los viajes de los muchachos al monte, un tigre se apareció, era viejo y estaba herido, además de hambriento, pero no dejaba de ser feroz y peligroso, los muchachos se llenaron de pánico, un tigre y ellos sin armas, solo unas hondas, ni siquiera un machete, iban muy confiados y todo pasa de repente. Algunos los más pequeños empezaron a llorar, los más grandes se llenaron de pánico, todos quedaron estáticos sin movimiento. De pronto el perro se apareció, ladraba, aullaba, emitía unos rugidos extraños, que los muchachos quedaron sorprendidos con tamaña actuación, Roque enfrentaba al tigre, parecía un boxeador de esos tipo mosca, de los que se mueven en el ring de un lado para otro lanzando golpes a diestra y siniestra, los muchachos lograron huir y llegar gritando a la casa.
El perro ladraba y ladraba, tenía acorralado al tigre, éste le gruñía le mostraba sus enormes colmillos, rugía como lo que era, un feroz tigre, y el perro se seguía moviéndose de un lado a otro y continuaba ladrando, desafiando al animal, y también le mostraba sus fieros colmillos.
Los hombres llegaron con sus escopetas al sitio indicado por los muchachos y acabaron con el tigre.
Desde ese día dejo de ser el perro zoquete del que todos se burlaban, después de curarse de unos cuantos rasguños hechos por las garras del tigre, el animal muy elogiado se convirtió en un héroe y desde allí en adelante, acompañaría a la peonada a las cacerías mayores.
A la cacería del tigre.
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