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el vagabundo

El Vagabundo. 

El vagabundo sube la cuesta dejando atrás una estela; un característico olor. 
A su paso la gente despotrica y profiere exclamaciones. 

Lleva una gran saco de color cenizo que hace juego con su gran barba de erizo, peluda y punzante, como las espinas un rosal, sus largos pelos se juntan en las puntas haciendo un escudo protector, dándole esa forma de erizo. 

El anciano vagabundo, sube y sube, camina y camina, se inclina a recoger algún objeto del piso, sus negros ojos con sus párpados manchados como mapache, miran inquisidoramente los objetos que recoge. 

Su saco contiene cosas muy extrañas: una bujía usada, vieja y oxidada de carro, algunas latas de aluminio; envases de cerveza y refrescos que tiran en la vía y arruinan la vista y el ambiente, y dan el aspecto de suciedad a la ciudad, un aspecto de descuido y dejadez. 

También tiene en su saco, algunos cacharros de plomo, tripas rotas de bicicleta, cuerdas viejas, velas de sebo, canicas, todo esto es su inventario. 

Pero tiene en custodia un tesoro, lo mas grande de sus tesoros; una pequeña muñeca, muy linda, de blonda cabellera, de labios rojos, carnositos, de grande ojos azules, y tersa piel; una variedad de plástico que imita muy bien a ésta. 

Esta vestida con un lindo corte, parece una modelito muy bien formada, se nota que es una juguete muy costoso. 

La tiene guardada hace varios días. La encontró tirada en la calle muy cerca del parque. 

Todos los días pasa por allí, en el diario recorrido de su vida, de andar, de subir y de recoger los objetos de supuesto valor del piso, cosa que vende para subsistir. 

Así vive, cerca del último puente de la calle de arriba, cerca del bosque, donde comienza la ciudad, donde un riachuelo cristalino viaja entre las piedras de la montaña de allá arriba haciendo remolinos a su paso, transportando las hojas secas de los grandes árboles, un gran pulmón vegetal. 

De allí toma su agua, todavía pura. La ciudad todavía no la ha contaminado. 

Entre el puente y el riachuelo hay una cerca y en ella una pequeña abertura 
que en forma de puerta, utiliza como entrada a su hogar. 

Un bosque de grandes árboles forman un túnel, hacen una gran sombra y un agradable clima. Hay un tronco muy grueso. Varios hombres no logran cercarlo con sus brazos abiertos, dentro de este tronco, hay una cueva; ésta es espaciosa, allí vive el viejo vagabundo; una palangana para el agua, un catre de cartón y una gran roca que hace de mesa, de silla, de repisa, de cabecera, son sus enseres. 

Afuera está un fogón; cuatro piedras, leña, y una parrilla de nevera vieja. 

Todos los días el solitario vagabundo camina por el parque escrutando con sus grandes ojos de mapache a la gente, a los niños... Siempre buscando, y mirando rostros. 

Un día, al fin encuentra lo que busca, se acerca a una dulce y solitaria niña, muy pequeñita y triste, parece que cojea. Si, es una niña con una pierna enferma, el vagabundo se acerca y las personas lo ven, se alarman, lo toman, lo golpean, lo zarandean, lo arrojan al piso. El rebullicio se oye como a tres cuadras del parque. 

Cuando llega la policía a imponer el orden y acallar el gran alboroto, en donde todos quieren correr, ir hacia allá, para así, golpear y patear el viejo vagabundo....... 

El viejo levanta su cuerpo todo magullado, alza sus manos encurtidas huesudas, con las uñas manchadas de negro, abre su saco y entrega a la niña la muñeca...... 

La niña sonríe de emoción, al fin logra reunirse con su compañerita de juegos, se le había perdido días antes, cuando la fueron a buscar 

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